En México hay varias especies
animales en peligro de extinción. El
jaguar es una de ellas y se está yendo de lo que queda de selva del sureste
mexicano. Sus rugidos ya no interrumpen los murmullos del bosque y sus pasos
silenciosos y huellas en el fango disminuyen. Los jaguares se pierden ante el
avance de la presión humana. Los ejemplares que quedan son unos cuantos y un
mal día, sin que nadie lo note, habrá desaparecido el último detrás de las
cortinas de ramas y malezas; se irán por la sombra, como fantasmas.
Ése es el destino que
espera a los numerosos animales clasificados como especies en peligro de
extinción, situación que viven lamentablemente 11,167 especies de animales y
vegetales en el entorno mundial, según señala la Lista Roja de la Unión Mundial
para la Naturaleza, UICN. La institución advierte en su último recuento que
“muchas especies están disminuyendo a niveles de población críticos”, y subraya
que “la pérdida de la diversidad biológica es una de las crisis más apremiantes
del mundo”.
La preocupación sobre
el estado de los recursos aumenta del naranja al rojo. En México muchos
animales, además del jaguar, se encuentran en peligro de extinción. Es preciso
hacer un inventario frecuente de la cantidad de especies amenazadas y medir la
dramática velocidad que está adquiriendo el ritmo de extinción.
LA EVOLUCIÓN A SALTOS BRUSCOS
En la naturaleza la
estricta relojería de la evolución, que marcó la entrada y salida de cada
especie, se está acelerando. Unas fueron haciéndose a un lado para que
progresaran otras, mejor adaptadas; pero ahora hay mano negra, la del hombre,
ese animal cuya especie está modificando el tic tac del reloj y sin rubor se
está deshaciendo de todas las demás especies.
Al parecer sólo quiere
dejar espacio para que siga aumentando vertiginosamente la población de
animales domésticos y sus congéneres, y expulsar del paraíso a los animales
salvajes, provocando con ello una catástrofe ecológica en el mediano plazo.
Lo más lamentable de la
extinción es que cuando muere el último individuo de una especie, con su
cadáver se sepultan las innumerables adaptaciones que se produjeron a lo largo
de millones de años. De esto la historia registra varios ejemplos trágicos,
como la desaparición del dodo (Raphus cucullatus) en la isla Mauricio, cerca de
Madagascar, un ave de gran tamaño que fue acosada y aniquilada en unos cuantos
años, o la paloma migratoria (Ectopistes migratorius), de plumaje azul, rojo y
blanco, que fue cuantiosa hasta el siglo XIX.
Se estima que sólo en
América del Norte y parte de América Central hubo más de dos mil millones de
palomas que surcaban los cielos y poblaban los árboles, pero en la última
década de ese siglo y debido a la destrucción sistemática de su hábitat, el
bosque, apenas quedaron unas cuantas que fueron cazadas por su carne, tan
apetecida.
La marcada reducción de
la especie la volvió tan vulnerable a las enfermedades que cuando se prohibió
su caza ya era demasiado tarde; las poblaciones habían mermado tanto que no
pudieron recuperarse. En 1900 murieron los últimos ejemplares que vivían en
libertad y el 1 de septiembre de 1914, a las 13:00 pm, la última paloma cautiva
en el Zoológico de Cincinnati, llamada Martha en honor a la esposa de George
Washington. Es el único caso documentado de extinción de una especie de la cual
se conoce con detalle la fecha y hora exacta de su desaparición.
ANIMALES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN:
¡SÁLVESE EL QUE PUEDA!
En México otro pájaro, el hermoso
carpintero imperial (Campephilus imperialis) salió de escena con menos
dramatismo, pero, como todas las pérdidas, dejó un hueco difícil de llenar. Era
el carpintero más grande del mundo, de 51 a 56 cm de largo. Los machos
ostentaban una llamativa cresta roja que terminaba en punta, mientras las
hembras una cresta negra que se curvaba hacia delante. Su último registro fue
en Durango en 1956. Aunque la fecha de extinción no es tan precisa; se estima
que ocurrió entre 1946 y 1965.
Pero, no todos los
casos históricos deben anotarse en el renglón de las pérdidas. Hasta la fecha
se hacen esfuerzos para impedir que desaparezca el lobo gris americano (Canis
lupus bailey), que en la actualidad sólo existe en cautiverio. Como parte de un
programa para preservarlo creado en 1980 entre Estados Unidos y México, se
pueden ubicar 200 descendientes de cuatro individuos fundadores.
Estas mismas medidas no
se han podido llevar a cabo con otros animales que se han ido para siempre del
territorio mexicano y de la Tierra –¿al Limbo?–, como el oso gris, el periquito
de Carolina y la rata canguro de San Quintín.
LA COPIOSA BIODIVERSIDAD DE MÉXICO
México es uno de los
cinco países que pueden preciarse de una diversidad biológica abundante. Así,
puede decirse que es megadiverso, lo que significa que la superficie nacional
es privilegiada en lo referente a tipos de ecosistemas, así como al número y la
variación genética de las especies.
En la república
mexicana se encuentra 10% de las especies existentes en el planeta, de las
cuales alrededor de 50% son especies endémicas, y su existencia se limita a una
determinada zona. Lo demuestran las 1,681 especies de mamíferos, las 1,054
especies de aves –más de las que habitan en Estados Unidos y Canadá juntas– y
las 704 especies de reptiles, 51% de ellas endémicas, por tanto cabe destacar
con excepción de Australia no hay otra región en el mundo que cuente con
tantas.
En la fauna endémica se
encuentran rangos de distribución muy restringidos, limitados a una isla o a
una determinada región del país, como por ejemplo el charal tarasco (Chiostoma
charari), al cual sólo se le conoce en un pequeño lago alimentado por el
manantial La Mintzita, situado a ocho km al oeste de Morelia.
Pero la riqueza de la
biodiversidad de México no es infinita. Últimamente se ha visto muy mermada y
año tras año se puede apreciar con fotos aéreas e imágenes desde el espacio
cómo desaparecen selvas, bosques y otros tipos de vegetación nativa que ponen
al borde de su existencia a una creciente cifra de animales asociados a ella.
De esta manera, la situación se torna cada día más delicada, pero como aún no
se nota tanto la gente hace como que no ve, como que no oye, como que no siente...
Pero, ¿hasta cuándo? ¿Hasta que sea tarde?
LOS OTROS ANIMALES EN PELIGRO DE
EXTINCIÓN EN MÉXICO
Ante una realidad que
ya no puede ocultarse, el gobierno mexicano está tomando cartas en el asunto.
Ya identificó las especies o poblaciones de flora y fauna silvestres que se
encuentran en las diferentes categorías de peligro de extinción a lo largo y
ancho del territorio nacional y a partir de esta información elaboró una serie
de listados para mediante la aplicación de un método evaluar el riesgo en el
que se encuentran algunas.
Mediante la creación de
leyes la autoridad procedió a proteger a todos los “mexicanos amenazados”. La
Ley General del Equilibrio Ecológico y la Ley General de la Vida Silvestre
sirven para este propósito. Asimismo, ha definido una serie de categorías para
unificar criterios.
De acuerdo con la Norma
Oficial Mexicana, NOM-059-ECOL-2001, cuando se hace referencia al peligro de
extinción se trata de aquellas especies cuyas áreas de distribución o tamaño de
sus poblaciones en el territorio nacional han disminuido drásticamente poniendo
en riesgo su viabilidad biológica en todo su hábitat natural, debido entre
otros a factores como la destrucción o modificación drástica del hábitat,
aprovechamiento no sustentable, enfermedades o depredación.
En la NOM de 2001 se
mencionan 221 animales en peligro de extinción. Entre ellos destacan 43
especies de mamíferos, 72 de aves, 14 de reptiles, seis de anfibios, 70 de
peces y 16 de invertebrados. Cabe señalar que la lista es un intento para
aproximarse a la realidad, pues existe una revisión continua de acuerdo con un
mayor y mejor conocimiento de la flora y la fauna de México.
Respecto de las
especies endémicas en peligro de extinción, se pueden enumerar ocho de
invertebrados, 62 de peces, cinco de anfibios, cinco de reptiles, 38 de aves y
17 de mamíferos, de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2001.
CAUSAS Y POSIBLES SOLUCIONES
Si bien la civilización
ha creado el problema, es también la más indicada para impedirlo. Su
intervención será necesaria para evitar que tanto los mamíferos y las aves,
como las tortugas que se detallan a continuación, no pasen a convertirse en
piezas disecadas dentro de una vitrina de un museo de historia natural.
Entre los mamíferos en
peligro de extinción destacan:
El
oso hormiguero, brazo fuerte, chupamiel (Tamandua mexicana),
que vive en las zonas tropicales desde Michoacán en la vertiente del Pacífico y
la Huasteca potosina en la vertiente del golfo hasta Chiapas y la península de
Yucatán. Habita los bosques tropical y mesófilo de montaña, y los manglares.
El
armadillo de cola desnuda (Cabassous centralis),
que se encuentra exclusivamente en las zonas de acahuales y pastizales de la
Selva Lacandona de Chiapas.
El
multicitado jaguar (Panthera onca), que habita en los
planos costeros y en las áreas montañosas a lo largo de ambas vertientes desde
el sur de Sinaloa y el centro de Tamaulipas hacia el sur y el sureste por el
istmo de Tehuantepec hasta la península de Yucatán. Se puede hallar en
manglares, el matorral xerófilo y en los bosques tropical, mesófilo de montaña,
espinoso, y el de coníferas y encinos.
El
manatí (Trichechus manatus), que se encuentra en
los estados de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y
Chiapas. Vive en ríos, arroyos, lagunas, cenotes costeros y marinos, caletas y
bahías adyacentes al mar.
El
mono araña (Ateles geoffroyi), que puede ubicarse en
los bosques tropicales, selvas altas y medianas de Veracruz, los manglares de
Chiapas, en las zonas de selva baja y en los petenes en Yucatán.
El
saraguato (Aloutta pigra), que habita desde la península de
Yucatán hasta Belice y Guatemala; vive en el bosque tropical perennifolio,
incluye selvas lluviosas, bosques de galería y bosques mesófilos.
El
mono aullador (Aloutta palliata), que habita en México
desde Los Tuxtlas, en Veracruz, hasta la Sierra de Santa Marta en Chiapas y
cerca de Juchitán, Oaxaca.
El
ocelote (Leopardus pardalis), distribuido a lo largo
de las planicies costeras del Pacífico y del Golfo de México, desde el estado
de Sinaloa y Tamaulipas hacia el sur, incluso en la península de Yucatán.
El
perro llanero mexicano o perrito de la pradera (Cynomys mexicanus),
una especie endémica correspondiente a una pequeña región de valles y
pastizales de la montaña ubicada entre los límites de los estados de Coahuila,
Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas.
El
teporingo (Romerolagus diazi), correspondiente a una
especie endémica sólo localizada en las laderas de las montañas del sur y
sureste del Valle de México y en el Nevado de Toluca. Habita bosques y
zacatonales subalpinos y alpinos a los 3 000 mil a 4 300 m de altura.
El
tigrillo (Leopardus wiedii), que se distribuye en
las zonas costeras del Pacífico y del Golfo de México desde Sinaloa y
Tamaulipas hacia el sur y en la península de Yucatán. Se localiza en el bosque
tropical, en manglares y en el mesófilo.
La
vaquita marina (Phocoena sinus), endémica de México,
vive en el Golfo de California.
Entre las aves están el
águila arpía (Harpia harpyja), el águila cabeza blanca (Haliaeetus
leucocephalus), la grulla blanca (Grus americana), la chara garganta blanca
(Cyanolyca mirabilis), la cigüeña jabirú (Kabiru mycteria), la cotorra serrana
occidental (Rhynchopsitta pachyrhyncha), la guacamaya roja (Ara macao), la
guacamaya verde (Ara militaris), el halcón peregrino (Falco peregrinus), el
loro cabeza amarilla (Amazona oratrix), el pato realel (Cairina moschata),
pavón (Oreophasis derbianus) y el quetzal (Pharomachrus mocinno).
Las tortugas, por su
lado, enfrentan en las playas mexicanas todo tipo de riesgos que las llevan a
la orilla de la extinción. Entre ellas se encuentran la tortuga marina cauama
(Caretta caretta); la tortuga marina verde del Pacífico o tortuga prieta
(Chelonia agassizi); la tortuga marina verde del Atlántico o tortuga blanca
(Chelonia mydas); la tortuga almizclera chopontil (Claudius angustatus); la
tortuga riverina centroamericana o tortuga blanca (Dermatemys mawii); la
tortuga marina laúd (Dermochelys coriasea); la tortuga marina de carey
(Eretmochelys imbricata); la galápago de Mapimí (Gopherus flavomarginatus); la
tortuga marina escamosa del Atlántico o tortuga lora (Lepidochelys kempi); y la
tortuga golfina escamosa del Pacífico (Lepidochelys olivacea).
¿POR QUÉ SE VAN?
Por desgracia, las
actividades humanas no son compatibles con la vida salvaje y son las que más
amenazan a la fauna y la flora. Los entornos se fragmentan y con ellos caen y
se degradan los ecosistemas. A la tala de árboles le sigue de inmediato un insidioso
proceso de erosión y poco después ocurre una serie de modificaciones que
reducen los bienes y los servicios ambientales, lo cual sumado propicia la
extinción de los animales residentes en la zona.
De un año a otro se
derriban 600 mil has de selvas, bosques y otros tipos de vegetación nativa en
México equivalentes a la desaparición de un campo de fútbol por minuto. La
mayor parte de esta destrucción se justifica aduciendo fines económicos, como
destinar tierras a cultivos o pastizales. Se puede afirmar que estos últimos
son los enemigos declarados de los ecosistemas. También hay que agregar a la
lista los incendios.
De esta manera, tanto
la agricultura como la ganadería resultan particularmente destructivas.
Adicionalmente, los lagos y los ríos están contaminando el entorno con
sedimentos que arrastran con la fuerza de la lluvia y el viento.
A este frenesí de
barbarie se añaden las actividades ilegales, como la compraventa de animales
silvestres y la cacería furtiva. La enorme demanda de aves exóticas con fines
decorativos para residencias y hoteles ha disparado el comercio clandestino y
las ha convertido en mercancías codiciadas, por lo que su futuro es incierto,
con graves consecuencias para las poblaciones y los ecosistemas.
Es frecuente encontrar
en los periódicos notas como la siguiente, que fue tomada al azar: “El día de
hoy, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, PROFEPA, decomisó 19
ejemplares de fauna silvestre, algunos de ellos catalogados como ‘en peligro de
extinción’, provenientes de Oaxaca, Yucatán, Chiapas y Campeche en mercados
ambulantes de Atizapán y Nicolás Bravo, Estado de México”. Da un vistazo al
periódico y también encontrarás notas semejantes casi todos los días.
¿ES ADECUADA LA PROTECCIÓN?
Aunque la destrucción
de bosques y selvas para convertirlas en tierras de cultivo y pastizales con el
fin de satisfacer al aumento desmedido de la población no se presenta ahora más
que como un drama a punto de convertirse en una pesadilla, el gobierno
mexicano, en coordinación con instituciones académicas y organizaciones no
gubernamentales realiza esfuerzos para recuperar las especies en peligro de
extinción.
Ahora no sólo se
investiga, también se toman acciones concretas para controlar o erradicar los
factores que provocan los problemas que contribuyen a la disminución de las
poblaciones de estos animales. De hecho se han firmado convenios con varios
países, como el de Diversidad Biológica de 1992, del cual surgió la Comisión
Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).
Esta institución
trabaja codo con codo con los científicos mexicanos; fomenta la investigación,
recopila los datos producidos a lo largo de décadas por los científicos para
ponerlos a disposición del público interesado en el tema y en la difusión del
conocimiento.
La Comisión apoya la
realización de proyectos, de los cuales ya más de mil se han impulsado y de
ellos más de 200 han considerado entre sus objetos de estudio alguna o varias
especies en peligro de extinción, como la salud de la vaquita, el hábitat del
borrego cimarrón, el berrendo y el puma; la preservación de la guacamaya
escarlata y la publicación del libro Las aves de México en peligro de
extinción, de Gerardo Ceballos González.
CONABIO se empeña por
informar mejor a la sociedad acerca de los riesgos que implica la desaparición
de una especie, ya que este fenómeno nunca ocurre de manera aislada. Cuando se
extingue una especie mueren con ella diez más que quizás ni siquiera están
registradas.
Otra supervisión
importante la brinda la Convención sobre Comercio Internacional de Especies
Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que intenta controlar el
tráfico ilegal de animales y plantas protegidas para evitar que las acciones no
constituyan una amenaza para su supervivencia.
ESPECIES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN,
UNA PREOCUPACIÓN COLECTIVA
Si bien es cierto que
ha aumentado el interés de la sociedad por participar en el rescate de la vida
silvestre, sólo una parte muy pequeña está consciente del tamaño del problema y
su importancia. Poco aporta que las personas de la ciudad simpaticen con los
animales del bosque y emprendan campañas y contribuciones económicas para
evitar la tala de árboles, si la dicotomía persiste y la falta de control
continúa presionando las zonas protegidas. Lo cierto es que mientras la
actividad en el campo sea incontrolable y bajo una nube de pretextos se hieran
más los espacios de la diversidad, la perspectiva es catastrófica.
La conservación de las
especies debe ser una actividad que ocupe y preocupe a todos y debe ser ahora,
cuando aún hay tiempo. Pero de una manera concertada, porque es inútil salvar
una especie mediante las sofisticadas técnicas de crío-preservación del
material genético para su futura reproducción, si los bosques, selvas o ríos
donde moraba ya no responden para sustentarla, sea porque están completamente
devastados o que el ecosistema ya no da más de sí.
Cada quien tiene mucho
que aportar porque es preciso cuidar lo que resta de la biodiversidad y
mantener los bosques y las selvas. ¿A quién sirve una tierra yerma donde la
flora y la fauna solamente quedarán como un recuerdo? Un vacío sin rugidos,
cantos ni gritos de alarma, sino un erial poblado de fantasmas.
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