La palabra smog es
de origen inglés; deriva de la fusión de dos vocablos: smoke, que significa humo, y fog,
niebla. Al castellanizarse la palabra se escribe esmog. En el contexto de
la contaminación del aire se han definido dos clases de smog: industrial y fotoquímico.
El esmog industrial es
común en muchas ciudades en las que hay plantas industriales y eléctricas. Se
caracteriza por la presencia de humo, niebla, bióxido de azufre y materiales en
forma de partículas, como ceniza y hollín.
La mayor parte del esmog industrial se debe a la combustión de
hulla, sobre todo la que tiene alto contenido de azufre. En países como Estados
Unidos, donde cada vez las medidas de regulación sobre la contaminación son más
estrictas, el esmog industrial es menos común; no así en otros países donde
este tipo de esmog sigue siendo un problema importante por resolver.
El esmog fotoquímico se
llama así porque la luz solar es importante para iniciar las reacciones de
formación de los contaminantes secundarios causantes de este tipo de esmog. A
veces se le llama esmog urbano porque, generalmente, se presenta en zonas
urbanas y sus inmediaciones; aumentan cuando el tiempo es seco y soleado,
durante la mañana y parte de la tarde, y disminuye por la noche, cuando la
actividad vehicular también lo hace.
Las principales sustancias químicas que lo originan son los
hidrocarburos sin quemar, el bióxido de nitrógeno producido por los automóviles
y los peróxidos orgánicos. La química del esmog fotoquímico es muy compleja;
cuando se logró obtener a nivel de laboratorio fue posible explicar algunas de
las reacciones fotoquímicas fundamentales que dan origen a su formación.
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