El significado de este vocablo de origen náhuatl ha causado controversia entre los investigadores y estudiosos de la materia, ya que tiene tres variables etimológicas: “lugar de la caja de piedra”; “lugar de casas de sacerdotes”, y “lugar de la casa del agua sagrada”.
Antecedentes.
Tehuacalco, en la época prehispánica, se conocía como Yopitzingo y a sus habitantes se les denominaba yopes o yopis. Este sitio arqueológico está ubicado dentro del territorio estatal y tiene una extensión aproximada de 12 hectáreas. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha registrado en la entidad cerca de 1608 de estos sitios, y Tehuacalco es de los más sobresalientes por su monumentalidad. Se descubrió en 1991, aunque fue registrado en 1996 por la arqueóloga Guadalupoe Goncen y el arquitecto Marco Antonio Romero Torralva. En ese entonces, el INA H realizaba un proceso de reconocimiento y deslinde de sitios arqueológicos con motivo de la medición de parcelas ejidales que ejecutaba el programa federal PROCEDE.
Tiempo después, en 2004, se realizó el Atlas Arqueológico de la región Centro de Guerrero, bajo la dirección del arqueólogo Miguel Pérez Negrete, con la finalidad de inspeccionar y registrar sitios arqueológicos. Así, en base a ese proyecto, se realizó una visita de reconocimiento a Tehuacalco el 22 de septiembre de 2004, por el arquitecto Romero Torralva y el arqueólogo Pérez Negrete.
Ante las características de los monumentos de Tehuacalco, fue necesario realizar un proyecto abocado a salvaguardar los vestigios e investigarlos. Con ello, el Consejo de Arqueología aprueba, en 2005, el Proyecto de Investigación y Conservación del Sitio Arqueológico de Tehuacalco, siendo este estudio marco para las temporadas de campo 2006, 2007 y 2008 bajo la dirección del arqueólogo Miguel Pérez Negrete.
Para la investigación y la apertura al público de este centro, se contó con el apoyo económico del Gobierno del estado, el interés del H. Ayuntamiento de Chilpancingo, la participación del Instituto Nacional de Antropología e Historia y, sobre todo, la colaboración de las comunidades periféricas y el compromiso que asumió el pueblo de Carrizal de la Vía para lograr esta meta.
El proceso se vio coronado al incluir el Gobierno federal a Tehuacalco como uno de los 12 sitios a abrir al público en el presente sexenio, como parte de la celebración del Bicentenario de la Independencia de México.
El 16 de diciembre de 2008 fue inaugurada la Zona Arqueológica de Tehuacalco.
Reseña Historica.
Se calcula que el auge del asentamiento en la zona arqueológica puede fecharse entre los siglos XIII y XVI. Tehuacalco se localiza en la Sierra Madre del Sur, en el extremo de un largo corredor que unía el Altiplano Central con la costa del océano Pacífico. Su posición estratégica sobre este corredor le debió dar la importancia y el entorno propicios para su crecimiento como gran núcleo poblacional.
En efecto, este lugar se halla en un amplio lomerío rodeado de cimas de cerros que dan la apariencia de rodear al núcleo urbano, coincidiendo cuatro cerros con la idea prehispánica de la división del plano terrestre en cuatro rumbos. Así, Tehuacalco, al estar enmarcado por cuatro cerros que supuestamente señalaban los rumbos, motivó la atención ritual y la conformación de una geografía sagrada, es decir, cada marca y elemento geográfico estaba cargado de significado divino y era motivo y sede de la realización de rituales religiosos.
Miguel F. Ortega (1941) realiza un cálculo estimativo del territorio que debieron ocupar los yopes a mediados del Siglo XVI. Usando fuentes históricas, señala al oriente al río Nexpa o de Ayutla; al poniente, al río Papagayo, antes conocido como río de los Yopes o Xiquipila.
En la investigación de Elena Vázquez Vázquez (1965), donde hace un recuento de la distribución geográfica del Arzobispado de México en el Siglo XVI, para las provincias de Acapulco y Cuixca, se observa la existencia de un poblado donde se habla lengua yope al oriente del río Papagayo, en Anaquilco, lo cual puede corresponder a la concentración poblacional obligada por el régimen novohispano, o que, posiblemente, el territorio yope o Yopitzingo no tenía una “frontera dura” en el río Papagayo. Ajeno a ello, Yopitzingo limitaba al poniente principalmente con un área extensa de grupos con lengua tuzteca, mientras que hacia el noroeste se mezclaba con pueblos de lengua tepuzteca y camoteca (Vázquez Vázquez, 1965).
Ortega (1941) considera de manera forzada que el límite norte estaba formado por el río Omitlán, cuando las fuentes históricas señalan las garitas que marcaban el frente de los mexicas hacia el territorio yope: Tzumpango, Chilapan y Quechultenango. Éstas se ubicaban mucho más al norte del río Omitlán, formando un triángulo con el vértice medio apuntando hacia el sur, en Quechultenango, aunque, nuevamente, la existencia de una frontera dura se contradice al existir en el Siglo XVI un pueblo que hablaba yope en Acatempa, cercano a Atliaca, en el municipio de Tixtla (Vázquez Vázquez, 1965).
En la relación geográfica homónima, al pueblo de Tzumpango se le señalaba como frontera de la provincia de los yopes (Acuña, 1986). Respecto a Chilapa, su relación geográfica (Acuña, 1985) lo señala también como frontera de la provincia de los yopes, sujeta a Moctezuma. Barlow (1990) también estima que existían guarniciones contra los yopes en Chiepetlán y Ayutla, así como otra guarnición en Tultepec (Vié–Wohrer, 2002). A expensas de una delimitación más precisa del territorio de Yopitzingo (Vélez, 2004), es notorio que existe gran cantidad de garitas desplegadas en torno a los yopes, quedando Tehuacalco dentro del área yope.
Los yopes son uno de los grupos que existían en la época prehispánica en parte del territorio que actualmente ocupa el estado de Guerrero; su cualidad más reconocida es la de que no pudieron ser conquistados por el imperio tenochca en sus diversas incursiones a la costa del Pacífico (Barlow, 1992; Davies, 1968; Hassig, 1995).
El conocimiento que poseemos de los yopes se debe a escasas referencias e ilustraciones en el Lienzo I de Chiepetlán, en el Códice Tudela y en fray Bernardino de Sahagún. También se poseen algunas inferencias derivadas del estudio de elementos asociados al denominativo yope y al estudio de las representaciones de ese grupo (Ortega, 1941; Vié–Wohrer, 2002).
Ubicación actual.
Tehuacalco se ubica al sur del municipio de Chilpancingo, en los linderos con el municipio de Juan R Escudero, en la región Centro del estado de Guerrero. Los terrenos que actualmente ocupa la zona arqueológica pertenecían a la comunidad de Carrizal de la Vía, pequeña aldea localizada al norestedel asentamiento prehispánico. Además de Carrizal de la Vía, existen otros tres pueblos circundantes que pertenecen al núcleo ejidal de Dos Caminos y Anexos: La Haciendita, El Potrero y Garrapatas.
Se llega a la zona arqueológica de Tehuacalco desde el km 57 de la carretera federal México– Acapulco, la cual se halla entre las poblaciones de El Ocotito (al norte) y Tierra Colorada (al sur). En ese kilómetro se encuentra el crucero a La Haciendita, debiendo tomar ahí la desviación que se dirige al oriente, bajando abruptamente hasta el lecho de un río donde hay un puente, para continuar por el camino asfaltado a 2.6 km. También se puede acceder al sitio por la autopista del Sol, de cuota, saliéndose en Tierra Colorada y de ahí rumbo a Chilpancingo. Existe señalamiento carretero.
La arquitectura de los edificios que conforman este asentamiento prehispánico posee 2 elementos particularmente singulares. Por un lado las construcciones tienen forma de prisma rectangular y, por el otro, la cimentación fue elaborada con cantos rodados de hasta 2.5 m de diámetro. Algunas de estas rocas fueron labradas con figuras que aluden al ciclo del planeta Venus, así como a otros fenómenos astronómicos y a varios rituales acuáticos. Tiene 15 estructuras de piedra; sobresalen un juego–ritual de pelota de 150 m de largo, tres edificios de regular tamaño y un basamento piramidal, denominado Estructura Cinco, que mide más de 20 m de altura y en el que todavía se pueden ver restos de escalinatas muy anchas.
Antiguos pobladores.
Fueron los yopes los primeros habitantes de este centro arqueológico, los que formaban una agrupación agrícola que estaba organizada en clases sociales. La subsistencia de la sociedad dependía de la relación entre los diferentes integrantes, la que estaba dirigida por la clase gobernante y los sacerdotes, quienes se encargaban de realizar las ceremonias a los dioses, para pedir abundantes lluvias y semillas. También existían clases sociales con privilegios, como los guerreros, los comerciantes y los artesanos. Este fue un centro ceremonial donde se rendía culto a la montaña y al Sol.
Por su parte, la población en general se dedicaba principalmente al cultivo agrícola, aunque la dieta era rica y variada, incluyendo carne obtenida mediante la caza. Su principal alimento era el maíz, el cual sembraban, cosechaban y molían. Los agricultores dependían de la temporada de lluvias para lograr las cosechas que les permitieran subsistir.
La base de la tecnología era la piedra; usaban el cristal volcánico llamado obsidiana, para tallar herramientas de corte y piedras pulidas, a fin de crear manos de molienda, entre muchas otras herramientas, además de materias primas como el hueso, la madera y las fibras. Respecto a los metales, éstos son conocidos en lo que hoy es el estado de Guerrero desde el año 650 d. C., pero su uso es principalmente ornamental con una fuerte carga simbólica y rara vez tuvo una función utilitaria como herramienta.
Desde el surgimiento de las sociedades agrícolas se generó y sustentó una explicación de los fenómenos naturales con una lógica impregnada de sentido religioso, donde el ser humano dependía de la voluntad de los diversos dioses, siendo el caso la incertidumbre por la llegada de las lluvias. Esos pueblos estaban fuertemente ritualizados, relacionando cada parte de su vida cotidiana y de sus celebraciones con aspectos religiosos, ya que era común que el hombre rindiera culto a los dioses, ofrendando alimentos, objetos, animales y hasta su propia sangre.
La concentración de la actividad ritual en espacios definidos, considerados como sagrados, representa el surgimiento de centros ceremoniales como Tehuacalco. En la ideología prehispánica, la sociedad dependía de esos lugares para su subsistencia, al poder realizar ofrendas y sacrificios a las divinidades. Al vincularse la clase gobernante con los espacios sagrados, surge la religión como una forma de poder, al controlar el acceso a la divinidad de la cual dependían los demás.
¿Quiénes eran los yopes?
En las fuentes históricas, como el Códice Tudela, la Historia verdadera de la Nueva España de fray Bernardino de Sahagún y la Historia antigua de la Nueva España de fray Diego Durán, se encuentran referencias respecto a la naturaleza de la sociedad yope, por las cuales sabemos sobre el conocimiento que tenían de la agricultura y la metalurgia; asimismo, señalan la existencia de una sociedad sedentaria bien organizada, sin la cual hubiera sido imposible soportar los ataques de las campañas de conquista de los mexicas. Se ha llegado a mencionar que poseían un desarrollo similar a la etnia de los tlapanecos, con quienes estaban emparentados. Existen contradicciones en cuanto a la naturaleza de los indios yopes, ya que también se menciona que eran bárbaros y toscos, lo que ha generado que se piense de ellos como una sociedad semisedentaria. También se afirma que muchos de los calificativos inferidos a los yopes fueron con fines peyorativos a partir de la historiografía mexica. Por lo general, sabemos que era un grupo semisedentario, sin un centro rector, aunque de la representación en el Códice Tudela, donde se asocia una coa y un hacha de metal, Vié–Wohrer (2002) considera que los yopes conocían la agricultura y la metalurgia. Al respecto, Sahagún presenta una contradicción: en un apartado señala que los “Yopimes y Tlapanecas” son “ricos”, mientras que en otra especifica que “son ‘gente bárbara’, y son muy inhábiles y toscos, y eran peores que los otomíes”.
Tras la conquista, los yopes fueron flagelados por las enfermedades y la sobrexplotación del régimen novohispano. Nunca pudieron ser aculturizados totalmente, generando una gran rebelión en 1531 desde el poblado de Cuautepec, que ocasionó inestabilidad en la región de la Costa Chica y el abandono de poblados. La rebelión yope fue aplastada por un contingente armado de la Corona española, acabando casi por completo con los indígenas rebeldes. Los yopes que sobrevivieron terminaron abandonando los asentamientos creados por los españoles, internándose en las serranías, hasta desaparecer como grupo cultural. (Nota: el lector interesado puede ampliar la información sobre los yopes consultando la entrada Yopitzingo, Provincia de en la Enciclopedia Guerrerense).
No hay comentarios:
Publicar un comentario